Un
método simple para estudiar la ventilación pulmonar consiste en registrar el
volumen de aire que entra y sale de los pulmones. Es lo que se llama realizar
una espirometría, que mide los volúmenes, la capacidad y la velocidad de flujo
pulmonar. Los resultados se basan en el grado de desviación de la normalidad,
teniendo en cuenta la edad, la altura, el peso y el sexo de la persona. Se
emplea para el diagnóstico de la enfermedad pulmonar. Se valoran 4 volúmenes
diferentes y 4 capacidades diferentes.
Al
final del registro espirométrico, la persona hace un esfuerzo inspiratorio
máximo y, a continuación, espira tan rápida y completamente como pueda. El
volumen de aire exhalado en un segundo, bajo estas condiciones, se llama
volumen espiratorio forzado en un segundo (FEV1, siglas en inglés). En los
adultos sanos el FEV1 es de alrededor del 80% de la capacidad vital, es decir,
que el 80% de la capacidad vital se puede espirar forzadamente en un segundo.
El FEV1 constituye una medida muy importante para examinar la evolución de una
serie de enfermedades pulmonares. En las enfermedades pulmonares obstructivas,
por ejemplo, el FEV1 disminuye.
Ventilación
alveolar
La
importancia final de la ventilación pulmonar reside en la renovación continua
del aire en las unidades respiratorias, que es donde el aire está en estrecha
proximidad con la sangre.
La
ventilación pulmonar total representa el movimiento físico del aire dentro y
fuera del tracto respiratorio, pero no es necesariamente un buen indicador de
la cantidad de aire fresco que alcanza la superficie de intercambio alveolar,
porque parte del aire que respira una persona nunca llega a las regiones de
intercambio de gases sino que permanece en las vías respiratorias como la
tráquea y los bronquios.
Como
consecuencia, un indicador más adecuado de la eficiencia de la ventilación es
la ventilación alveolar o la cantidad de aire que alcanza los alvéolos en un
minuto. Se observa que la ventilación alveolar puede ser afectada drásticamente
por cambios tanto en la frecuencia respiratoria como en la profundidad de la
respiración.
Difusión
de Gases
Una
vez que los alvéolos se han ventilado con aire nuevo, el siguiente paso en el proceso
respiratorio es la difusión del oxígeno (O2) desde los alvéolos hacia la sangre
y del dióxido de carbono (CO2) en dirección opuesta.
Membrana
respiratoria o membrana alvéolo-capilar
Las
paredes alveolares son muy delgadas y sobre ellas hay una red casi sólida de
capilares interconectados entre sí. El recambio gaseoso entre el aire alveolar
y la sangre pulmonar se produce a través de una serie de membranas y capas que
se denominan, en conjunto, membrana respiratoria o membrana alveolo - capilar.
Relación
ventilación alveolar/perfusión
Para
que la ventilación alveolar y la difusión de gases sean correctas, es necesario
que todos los alvéolos se ventilen por igual y que el flujo de sangre por los
capilares pulmonares sea el mismo para cada alvéolo. La perfusión pulmonar es
el flujo sanguíneo pulmonar (Q).
Para
representar posibles variaciones, se ha desarrollado el concepto de relación
ventilación alveolar-perfusión (VA/Q) o relación entre la ventilación alveolar
y el flujo sanguíneo pulmonar. El valor normal del cociente VA/Q es 0,8.
Transporte
de oxígeno por la sangre
Una
vez que el oxígeno (O2) ha atravesado la membrana respiratoria y llega a la
sangre pulmonar, tiene que ser transportado hasta los capilares de los tejidos
para que se pueda difundir al interior de las células. El transporte de O2 por
la sangre se realiza principalmente en combinación con la hemoglobina (Hb),
aunque una pequeña parte de oxígeno se transporta también disuelto en el
plasma.
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